Estadista frustrado y amante demoníaco, pero hay otras interpretaciones…
Enrique VIII es sin duda el rey inglés más famoso de la historia, por la cantidad de esposas que tuvo y el hecho de que mandó decapitar a dos de ellas. Pero como decía el genial Oscar Wilde; “La verdad nunca es pura y mucho menos simple”.
Sería muy simplista evaluar a un hombre sólo por sus fracasos matrimoniales. Sin analizar los motivos que operaban detrás de éstos. Hay tanto más que considerar en una complicadísima trama de eventos que cambiaron la historia de Inglaterra para siempre. Pero una cosa es segura, nunca deja de intrigar.
Enrique VIII representa un dramático punto de inflexión de la historia inglesa. Su despiadado reinado sembró semillas, que pasado su cuarto de hora en este mundo, cambiarían el curso de la historia mundial para siempre.
Brillante y audaz, pero a la vez cruel y desequilibrado.
Enrique VIII es indefendible aun por sus seguidores más obsecuentes. Les propongo una interpretación desapasionada.
La niñez de Enrique VIII
Enrique VIII es fruto de la alianza matrimonial de Enrique Tudor VII con Elizabeth of York. Enrique Tudor fue un príncipe que llegó al trono en 1485 gracias a los tejes y manejes de su madre. Margarita Beaufort fue una audaz y poderosa manipuladora política que logró poner a su único hijo en el trono y terminar con la Guerra de las Rosas. Es lamentable que no se la recuerde por esto, pero considerando que los relatos históricos servían el propósito de crear una figura política varonil, es lógico que los méritos se los lleva Enrique Tudor coronado como Enrique VII.
La guerra de las rosas duró 30 años y fue escenario de terribles crímenes inter-familiares. Los Duques de Lancaster y York con sus seguidores depredaron a la familia real. Se mataron entre hermanos, tíos y sobrinos. Hasta niños fueron asesinados.
Para simbolizar la paz, se creó un símbolo heráldico magnífico. La rosa Tudor. Colorada por fuera y blanca por dentro. Dos rosas que simbolizan una. Una especie de logo británico. Hasta le pusieron espinas para no olvidar el dolor de la guerra. Este símbolo se ve por todos lados. En cuadros, en las decoraciones de iglesias como la Capilla de San Jorge en el Castillo de Windsor, en palacios como Hampton Court Palace y cuanto lugar donde vivieron los Tudor.
Enrique Tudor llegó al trono con un bagaje psicológico y emocional complicado. Gran parte de su vida vivió exiliado en Francia. Sufrió permanentes intentos de traición, el ninguneo de la nobleza europea por su cuestionada legitimidad al trono. Y la tarea de consolidar el poder en un ámbito tóxico; lo dejó con una sobrecarga de paranoia. Esta fue la emoción más acuciante en la psiquis de los Tudor.
En Inglaterra hay una rima que estudian los niños en la escuela.
“Divorced, beheaded, died, divorced, beheaded, survived”
“Divorciada, decapitada, fallecida, divorciada, decapitada, salvada”
Es para recordar lo que le pasó a las esposas de Enrique.
Tratando de mejorar el status para sus descendientes, Enrique VII, logró un convenio con España por el cual Catalina de Aragón, hija de Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, se casaría con el heredero al trono Tudor; Arturo príncipe de Gales, hermano mayor del niño Enrique, ( Futuro Enrique VIII ) y primero en línea al trono.
Este matrimonio se fue gestando desde que Catalina tenía 3 años. La idea de unir en matrimonio la corona de Inglaterra con la de España servía un propósito político y estratégico. Crear una alianza entre dos países que tenía a Francia como enemigo común.
A los 15 años, habiendo sobrevivido la infancia y ahora una joven y saludable y bella mujer fue entregada, y se pagaron 200.000 ducados en concepto de dote que es el equivalente a unos 30 millones de euros en dinero de hoy. Una fastuosa ceremonia pública se celebró en Londres en la Catedral de San Pablo, en la ciudad de Londres. No la que se ve hoy, sino la anterior que luego sucumbió al gran incendio de Londres de 1666.
Los dos jóvenes adolescentes estuvieron muy pocas veces a solas. Su lenguaje común era el latín que cada uno hablaba con un acento diferente.
¿Qué pasó en las noches que compartieron un lecho? – nadie lo sabe.
Pero 5 meses después, en el Castillo de Ludlow en Gales, Arturo muere de peste. Dejando a Catalina viuda, – según ella, virgen – y sin destino previsible en la corte Tudor.
Tal eran las cosas en la edad media que a Enrique VII se le cruzó por la cabeza casarse él con Catalina. En 1502 era viudo, 45 años, y todavía faltaba cobrar la mitad de la dote. Así que por más perverso nos parezca, casarse con una niña de 15 años con tanta importancia política tiene su lógica. Pero no se dio. Catalina quedó en la corte como embajadora del reino de Aragón, hasta que una solución a su estatus matrimonial se encontrase.
Y la solución vino de la mano del joven Enrique. Al momento de la muerte de Arturo, Enrique era un niño. Pero ahora pasó a ser el sucesor al trono. Durante los años de infancia y pubertad su padre consideró que el convenio con España podría honrarse con su segundo hijo como suplente. Por eso los reyes medievales siempre querían tener por lo menos dos hijos varones. Un heredero y un suplente.
Así es que al llegar a una edad madura, a pesar de la diferencia de 6 años con Catalina, se casaron, aprovechando una auténtica simpatía entre los dos. Para que esto fuese legal, se tramitó con el papa en roma una dispensación especial para que Enrique se pueda casar con la viuda de su hermano.
Catalina de Aragón, la mejor de todas.
Catalina era una joven culta, hermosa, políglota y capaz de mantener un diálogo serio con cualquier filósofo de la época. De buen temperamento y disposición alegre, fue considerada en su momento una de las princesas más codiciadas de toda Europa.
Enrique por su lado era todo lo que se puede esperar de un príncipe modelo medieval.
Alto, atlético deportista, músico, filósofo, políglota erudito en artes y ciencias.
¿Qué puede salir mal?
Se casaron en una sencilla ceremonia en el Palacio de Placenia en Greenwich en 1509 cuando Enrique asciende al trono tras el fallecimiento de su padre.
Con el tiempo Enrique se lanza en guerra con Francia con la idea de recuperar el trono de Francia que hacía siglos que pretendían los descendientes de Eduardo lll. También pretendió ser candidato a Sacro Emperador Romano, pero no podía competir con el imperio del Habsburgo Carlos V, que ya contaba con grandes colonias en las américas.
Fueron fútiles y costosos ejercicios que sólo lograron enemistarse con la plebe que tenía que pagar más impuestos. Durante esta y otras incursiones, Catalina quedó en Inglaterra como regente y su desempeño fue brillante. Repelió con éxito a los escoceses que invadieron el norte en represalia a la invasión de Francia. Escocia y Francia mantenían un antiguo convenio que implicaba que si alguno de los dos fuese invadido por Inglaterra el otro debía corresponder.
Catalina estuvo casada con Enrique 24 años. Muchos de ellos felices. Pero a pesar de haber producido herederos varones, ninguno sobrevivió. Tuvo por lo menos unos 9 embarazos y solo su hija María, que un día sería reina de Inglaterra, llegaría a la madurez casándose con Felipe II de España.
Catalina eventualmente, perdió su fertilidad y Enrique intentó lograr una anulación de su matrimonio con el artilugio que se había casado por órdenes del papa con la viuda de su hermano. Era una interpretación muy sagaz de la ley canónica. El que un hombre no debe codiciar el cuerpo desnudo de la mujer de su hermano. Pero toda la astucia y diplomacia de su súper-ministro; el Cardenal Wolsey fueron en vano.
En concreto lo que pretendían era que el ahora papa Clemente VIII aceptara que el papa que le dio la dispensación para casarse se equivocó, así que ahora se podía arreglar. Pero ningún papa haría eso, y menos cuando Roma estaba dominada por Carlos V, sacro emperador de Roma que era el sobrino de Catalina.
Catalina mantenía que su matrimonio era legal ya que con Arturo su matrimonio no fue carnalmente consumado, y que al casarse con Enrique era virgen.
Pero estos tecnicismo no iban a frenar la ambición del ladino de Enrique que por estos momentos estaba perdidamente enamorado de su amante y futura esposa; Ana Bolena.
Así que ordenó al Parlamento pasar el Acto de Supremacía haciéndolo jefe de la iglesia de Inglaterra. Este concepto no fue una loca lucubración de Enrique luego de una noche de libertinaje. Es un antiguo concepto que se malinterpretó. El rey de Inglaterra promete al coronarse proteger la independencia de la iglesia. Enrique interpreta que al asumir como su jefe la está protegiendo de manipuleos europeos.
El fracaso diplomático con roma implica el ocaso de Wolsey que terminó siendo enjuiciado por traición, y reemplazado por Thomas Moro. No llegó a ser decapitado porque se murió en el camino al juicio.
Tomas Moro
El consejero Tomas Moro fue un hombre extraordinario. Un lúcido erudito crítico de los sistemas de gobierno en el renacimiento. Un hombre que creía en la ley de Inglaterra y las leyes católicas.
Se enfrentó con Enrique porque no aceptaba que Enrique se haya proclamado líder de la iglesia de Inglaterra. Si bien esto fue por aprobación del parlamento, en la Carta Magna se aceptó que la iglesia sería libre. Básicamente ningún líder temporal puede proclamarse líder espiritual de la iglesia cristiana. Enrique interpretó la ley de otra manera y el parlamento le siguió la corriente.
Tomas Moro fue Supremo Canciller para Enrique por 3 años. Pero finalmente renuncia ya que evidentemente este camino lo lleva a un directo y dramático enfrentamiento con su rey. Tomas fue muy cauteloso de jamás criticar al rey, como dice el refrán, – El que calla otorga.
Por un tiempo fue un buen acuerdo y aceptado por Enrique a regañadientes, porque admiraba sus consejos. Y sabía que era uno de los pocos miembros de la corte en que podía confiar.
En 1534 Tomas rehusó firmar un acta aceptando a Ana Bolena como legítima esposa de Enrique y esto lo pone en una difícil posición. Rehusó asistir a su casamiento. Si uno calla ante un postulado, no implica una negación o aceptación, este es un concepto legal. Pero ante la orden de aceptar una normativa, el silencio es visto como condena de la misma. Fue enjuiciado en un procedimiento lleno de irregularidades y condenado a muerte por traición.
Fue enviado a la Torre de Londres por un año y decapitado en Tower Hill. Estuvo un año prisionero en la torre de la campana de la Torre de Londres. Esta es una gran fortaleza militar y palacio real que visitamos en nuestro Tour de Londres de día completo. Donde mostramos donde se cometieron algunos de los crímenes más condenables de la historia inglesa.
Si Tomas Moro hubiese pedido perdón a Enrique es posible que se haya salvado. Pero su conciencia no se lo permitió. Sus últimas palabras fueron – Muero un fiel sirviente de mi rey, pero más fiel a Dios.
Enrique niega la autoridad de Clemente VII en asuntos de la Iglesia de Inglaterra con el acta de parlamento. Así nace la Iglesia Anglicana, que no debe ser confundida con Protestantismo.
Enrique, a pesar de ser un tirano ególatra y narcisista, prefería hacer las cosas por la ley, para evitar problemas de ilegitimidad a futuro – Al fin y al cabo él vivía consciente de que sería juzgado por Dios un día.
El problema es que pensó que Dios estaba de su lado… Sin entrar en detalles cronológicos, varias cosas estaban sucediendo bajo su dominio. Por un lado, la reforma de la iglesia significó la disolución del sistema monástico. Más de 800 monasterios fueron disueltos, sus tierras incautadas y sus riquezas expropiadas. Cosa que le vino muy bien a los cofres languidecientes de la corona.
Dicho norteamericano; – Follow the money!
Y los años no vienen solos… A Enrique la paciencia, salud y lucidez se le estaba acabando.
Ana Bolena… primera decapitada.
Catalina fue divorciada por el Arzobispo de Canterbury, con la autoridad del jefe de la iglesia anglicana el mismísimo Enrique. Tomas Cranmer, el arzobispo luego pagaría muriendo en la hoguera en Oxford por las órdenes de María I, la hija de Catalina. Ley de karma. Exiliada al interior del país. Enrique se casa con Ana Bolena, – su amante embarazada – y siguió intentando infructuosamente lograr su heredero varón. Pero solo lograron tener una hija, Isabel. La futura Isabel I.
Con el tiempo la relación con Ana empieza a mostrar fecha de vencimiento. Ana lo tuvo esperando 7 años a Enrique hasta que finalmente cedió a su presión. Los años de noviazgo fueron acumulando una fantasía romántica que no se materializaba. Y los años no vienen solos. A Enrique la paciencia, salud y lucidez se le estaba acabando.
En 1536, en Greenwich, Enrique participa en un torneo de justa medieval. Ya con 45 años y muy sobreseído de peso, es derribado de su caballo. Cae al suelo con su armadura que pesaba como 35 kilos, el caballo rueda sobre él y yace en coma 2 horas. Ana presente sufre gran disgusto y padeció un aborto espontaneo de un bebe varón. La frustración entre ambos se agravó intensamente.
Enrique se convence que el matrimonio estaba maldecido y Ana se defiende con un nivel de altanería insoportable para Enrique.
En este momento Thomas Cromwell su ministro en jefe, ve su oportunidad de servir al rey presentando falsas pruebas de que Ana le estaba siendo infiel con miembros de la corte y además intentando hacerlo asesinar. Esto era alta traición. Todo mentira, pero nunca hay que dejar que la verdad se entrometa en una buena historia.
El accidente en Greenwich le produjo a Enrique un cambio de personalidad. Hoy los médicos interpretan daño cerebral para explicar sus cambios de ánimo bruscos, ataques de migraña, su tendencia a la depresión y sus ataques de paranoia. Así como algunas deficiencias cognitivas. Ana fue acusada de traición, enviada a la Torre de Londres y se preparó su ejecución con minucioso detalle. Su decapitación fue pública; casi mil personas fueron convocadas para presenciar su muerte. Un espectáculo mórbido y ejemplar para la comunidad VIP. Y Enrique fue muy activo en los minuciosos detalles de este macabro teatro.
En estos tiempos se ve el temperamento despiadado de Enrique. Sus bruscos y repentinos cambios de ánimo con dramáticas consecuencias para sus víctimas. Si algo se interponía en el camino de algún plan, lo eliminaba sin remordimiento. Sin misericordia. Esto es muy importante. Porque lo distingue de otros reyes británicos.
Jane Seymour… la que se muere.
Acto seguido Enrique se casa con su tercera esposa, la cortesana Jane Seymour, un día después de la decapitación de Ana Bolena! Hacía rato la venía cortejando, esperando deshacerse de Ana de alguna manera.
Con Jane tuvieron un niño varón que nació al año siguiente de su casamiento.
Pero con tanta mala suerte que Jane muere días después del parto de fiebre puerperal. Enfermedad muy común en esa época. Enrique desesperado.
Ana de Cleves… la que se salvó.
Sin embargo Enrique sigue navegando en contra del viento del destino. Thomas Cromwell le organiza una nueva esposa. Una princesa alemana llamada Ana de Cleves. El contrato matrimonial se firma sin haberse visto. Enrique se basa en una pequeña miniatura de Hans Holbein; el pintor de la corte. Al ver el retrato y enterarse que Ana tenía 24 años menos, se entusiasma. ¿Qué puede fallar? Si Holbein la conoce con su palabra basta!
Poco reflexionó Enrique que Holbein era en su tiempo como un fotógrafo de modelos de hoy en día. O sea, aplicaba su propio sesgo artístico para embellecer sus retratos igual que hoy se usa Photoshop. Y la verdad es que a lo que un hombre le puede parecer bello, no significa que le tiene que gustar a otro.
Es lógico pensar que el artista estaba bajo mucha presión para complacer a todos. Y cuando realiza la miniatura, de escasos 5cms de diámetro es lógico que Holbein haya omitido ciertos elementos no apetecibles. O no… porque nunca más se habla de que Ana fuera o no fuera apetecible. Tal vez Enrique vio algo aburrido en la joven y por eso la rechaza. Es difícil no ver el lado cómico y la farsa en todo esto. El tirano de Enrique está entusiasmado con casarse con una joven alemana que según le dicen no era fea.
Por otro lado el convenio convierte a Inglaterra en socia de un principado Protestante en Alemania. Y está el dinero también – la dote sería una suma millonaria de florines alemanes. Negocio redondo! ¿Qué puede salir mal? Así como te digo una cosa mañana te digo otra!
Lo que salió mal es que al llegar Ana de Cleves a Inglaterra, Enrique la va a ver de incógnito. Haciéndose pasar por otro, la ve y queda desanimado. Exclama que esta mujer no es como la de la pintura. En sus palabras – Le han traído una yegua de Flandes!! Por suerte para Ana el matrimonio nunca fue concretado, se armó un divorcio- exprés y la mandaron a vivir a la campiña en una hermosa casa. Su estatus para no ofender al Duque de Cleves, es que sería una hermana del rey.
Este episodio también refleja las contradicciones políticas de la época. Años antes Enrique busca el favor del papa escribiendo un libro atacando los principios del Protestantismo.
Por el cual el Papa le otorga el título de Fidei Defensor – Defensor de la fe Católica.
Ahora está haciendo un convenio con un principado protestante mientras sigue acuñando monedas con las letras Fid Def. Título que la actual monarca todavía sostiene.
Pero esto sí terminó mal para Thomas Cromwell. Su sucesor lo acusa de traición, y se implementa el procedimiento de rutina. Enrique para este tiempo era muy susceptible a la manipulación de sus consejeros. Aplicaron plan A sin B. Acusación, encarcelamiento en la Torre de Londres y decapitación.
Ahora viene otra decepción… Catalina Howard.
Con Thomas Crowmell enterrado, el trabajo de canciller recae en Thomas Howard, 3er Duque de Norfolk. Este encumbrado aristócrata usó su influencia para poner en escena a la joven Catalina Howard; su sobrina. Con apenas 17 años y radiante belleza, Enrique cae perdidamente enamorado de ella. Para estos momentos con casi 50 años el hombre estaba obeso. De a ratos impotente, con piernas ulceradas que le producían un dolor constante.
El tratamiento de sus heridas era dolorosísimo y el olor a infección era agobiante. Se trasladaba en silla de ruedas y necesitaban un sistema de grúa para ponerlo en la cama. Pesaba 180 kg. Aun así Catalina se casa. Es como que no le quedaba otra salida. Pobrecita.
Este caso es sin duda un perverso maltrato de su tío y todos los que la rodeaban. Pero se vivía en un entorno tóxico como una canasta de víboras, nadie se animaba a oponerse a Enrique. Los que lo hacían terminaba con el famoso plan A sin B. El matrimonio de Catalina duró solo un año. Eventualmente se le acusa de un presunto amorío con un primo; Thomas Culpeper; cortesano y funcionario favorecido por Enrique.
Cuando Enrique se entera, rompe en un desconsolado llanto de desesperación. Por un lado estaba enamorado. Por otro veía que las chances de tener otro hijo varón se le escapaban entre los dedos. Y el riesgo de que la reina se embarazase con otro era terrible. La humillación, la traición, para el ego narcisista de Enrique fue demasiado de soportar.
Thomas Culpeper fue arrestado, decapitado y su cabeza puesta en una pica sobre el puente de Londres junto a otro presunto cómplice que fue públicamente descuartizado. Catalina también fue decapitada en la torre de Londres, como Ana Bolena unos años antes. Sus últimas palabras fueron: “Esto es un castigo justo, muero como reina, pero hubiese preferido morir como la esposa de Thomas Culpeper”. ¡Qué forma de despedirse de la vida! No solamente ya no era reina, sino que si solo esperaba unos añitos más a la muerte de Enrique, tenían «la chance». Era muy joven, sonsa y sobre todo descuidada. Nadie niega que hacer el amor con Enrique debía ser una experiencia desagradable. Pero con el historial que tenía se debería haber cuidado más. Para colmo apareció evidencia de amoríos previos a su casamiento con Enrique. Fue acusada por nadie menos que el Arzobispo de Canterbury.
Lo que los condenó fueron unas cartas donde se profesaban su amor. Pero en esa época la palabra amor no significaba implícitamente amor carnal, sino también platónico. Es posible que nunca hicieran algo indebido más que mantener una relación de reprimida pasión. Pero lo escribieron. Por eso hay que tener cuidado con lo que se deja por escrito.
Y vine la última; Catalina Parr, la que se salvó.
Con la muerte de Catalina Howard, para no complicarse con nombres, Enrique le propone matrimonio a Catalina Parr, una joven cortesana viuda, de gran cultura y con 31 años de edad todavía con posibilidades de darle su heredero varón.
Esto no se dio, pero tuvieron una buena relación debido al talento diplomático de Catalina, su extensa cultura y el agotamiento físico y mental de Enrique. No es como que todo fuera un mar de rosas. En un momento se la acusó de traición por publicar un poema a favor del protestantismo. Cosa que molestó en algunos círculos más bien católicos de la administración pública.
A Enrique un poco se le fue de las manos la polarización entre sectores ultra protestantes y los católicos encubiertos que aprovecharon para tener sus 15 minutos de fama. Tampoco ayudó que Enrique, que se había autoproclamado jefe de la iglesia anglicana, personalmente se comportaba como un fiel católico. Después de un dramático pedido de disculpas, Enrique la absolvió y en su última incursión militar en Francia, la nombró regente en su ausencia. Catalina Parr fue muy instrumental en reconciliar a Enrique con María e Isabel, sus hijas. Logró crear un ambiente de familia para Enrique y sobre todos inscribirlas en el Acto de Sucesión donde se les cedía el trono en caso de la muerte de su hijo Eduardo.
Enrique se muere de complicaciones múltiples y simple mala salud en 1547 a los 56 años de edad. Pero con gran obesidad, diabetes, piernas ulcerosas, un corazón debilitado, no es de extrañar su muerte a una edad relativamente temprana.
Catalina lo sobrevive y queda como la guardiana de sus hijos. María, Isabel y Eduardo. El trono pasaría en turno a cada uno de ellos.
Catalina se vuelve a casar, queda embarazada, pero muere al poco tiempo por complicaciones del embarazo.
Conclusión
La dinastía Tudor concluyó una guerra civil, abrió la puerta del renacimiento político, religioso y cultural. Estableció una posición digna de respeto en la historia europea. En sus 118 años de reinado tenemos 5 monarcas y se establecieron las bases del futuro imperio británico.
En el centro de todo se encuentra este joven soberbio, delirante picapleitos, que se llamó Enrique VIII.
Su ego narcisista lideró un reinado de 38 años, donde se invadió Francia tres veces sin evidente logros materiales o políticos y a gran costo financiero.
Produjo una división política interna y externa a tal punto que en su lecho de muerte nadie sabía si el rey moría con la conciencia católica o protestante.
Para colmo sentó las bases de un futuro conflicto. El principio de considerar al monarca como el elegido de Dios, con poderes superiores al Parlamento, fue la base de la guerra civil en la era Estuardo un siglo más tarde.
Dice un refrán: “No se puede estar en la misa y en la procesión”. O gobierna el soberano en nombre de dios, o el instrumento de gobierno supremo es el parlamento.
Pero Enrique usa al parlamento para legalizar sus caprichos de ególatra.
En lo religioso el pueblo no tenía claro en qué consistía herejía, si profesar el Protestantismo o el Catolicismo. Sus víctimas católicas fueron quemadas en la hoguera como traidores, mientras que los protestantes eran quemados por herejes.
Construyó fastuosos e innecesarios palacios y mantuvo 55 residencias, algunas que nunca visitaba.
Si pensamos que la función de un rey es velar por el bien de su pueblo; fracasó rotundamente.
Si un marido debe amar y velar por el bien de su esposa y descendientes, fue un desastre.
El jefe espiritual de una nación debe traer paz y serenidad al pueblo, aquí tampoco se lució.
En síntesis, hizo todo lo contrario a lo que su padre esperaba de él. Velar por la unión de los pueblos en su país, y establecer alianzas ventajosas con el continente europeo.
La mejor monarca Tudor fue sin duda su hija Isabel I, que paradójicamente fue la hija de una reina decapitada por Enrique.
Los Tudor sentaron las bases de una nación soberana, con una marina y ejército para defenderla, Isabel crea las bases de un imperio que se extendería por el mundo entero y una religión que influenciará a muchísimos países todavía por crearse.
Se puede decir que fueron buenos, y malos a la vez. Pero nunca aburridos.
Visita Virtual – Casa de Ana de Claves
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